jueves, 21 de julio de 2011

La jacaranda


Seguramente ya te habré contado sobre mi “oficina”, esa mesita de café que se encuentra ubicada en un centro comercial al sur de la ciudad de México.

Me gusta porque en esa mesita se han dado lugar historias de todo tipo y también es literalmente una oficina ya que ahí, en ese cuadrado con espacio para 4 personas (5 si nos apretamos bien), tengo reuniones de trabajo, ya sea para entregar obra, hacer una lectura de Tarot o generar algún proyecto con alguien más.

En algunas ocasiones dichas reuniones de trabajo se echan a perder y esto me deja con la posibilidad de crear algo ante y con la soledad (qué bonito, verdad de Dios).

A unos 15 metros tengo frente a mi una jacaranda maravillosa. Es un árbol muy grande y en esta época del año toda verde, bellísima. Este árbol me es muy familiar ya que ha sido testigo fiel de todo lo que me ha ocurrido en mi “oficina” por más de 10 años, ha sido siempre una invitada más. En esta ocasión la observo durante algunos minutos y se me ocurre formularle una pregunta. Jacaranda: ¿Qué es la fe?

La observo por espacio de unos 5 minutos y al estarla mirando me transmite algo que seguramente pudiera ser una respuesta.

A simple vista me parece que esta jacaranda confía en su proceso de vida. En esta época del año, como te decía, luce toda verde, pasados unos tres meses perderá la mayoría de sus hojas para perder el verdor y optar por el ocre y así terminará el año. En marzo, iniciada la primavera toda ella se pondrá guapísima, se cubrirá de morado y volveremos a empezar. Y así año con año va cumpliendo con sus ciclos, va cumpliendo con la vida y no le falta la fe.

Alrededor de ella infinidad de historias se entretejen y la vida pasa. Debajo de ella mucha gente toma un respiro para cargar pila, fuerza y regresar a la rutina del día; otras veces hay algún concierto, baile u obra de teatro; montonales de charlas se han llevado a cabo debajo de esa maravilla de árbol.

Le ha llovido, le pega el sol y de repente una buena ráfaga de viento la puede inclinar tantito para dejarla sin hojas o en el mejor de los casos sólo para despeinarla pero ella aguanta estoica con fe, confiando en que habrá de llegar el día en que el verde y el morado lo vuelvan a cubrir.

Y algo similar debe de ocurrir con el ser humano. Cada uno con su historia, cada quien con su circunstancias, unas mas amables que otras, algunas en una etapa de felicidad otras en un transito complicado y doloroso como cuando la jacaranda esta sin hojas luciendo triste, abatida.

Observo a la jacaranda hoy día verde y comprendo que no duró mucho su estado abatido y cansado. La miro fijamente y comprendo que pasaron los días y ella se renovó. Seguro estoy que esta cualidad aplica para todo aquel que pisa esta tierra y la vive. Aplica a cada uno de nosotros, a nuestra propia naturaleza a nuestra circunstancia particular. Podemos estar pasando nuestro peor momento pero no están lejanos los días en los que nos habremos de renovar.

Incluso la jacaranda podría ser talada pero su semilla quedaría y si esta cae en tierra fértil generaría nuevamente la vida. Otro árbol habría de continuar la misión de confiar y vivir.

Me pongo a pensar en la fe como este acto de creer sin haber visto. Comprendo que detrás de todo evento doloroso se encuentra la renovación y el momento de celebrar la vida. Entiendo que la igual que esta jacaranda poseo la energía vital, esa fuerza que nunca desaparece y que es eterna. La fuerza que me ha permitido y que le ha permitido a mucha gente crear y engendrar en este planeta.

Esta energía nos ha dado la oportunidad de dejar nuestra semilla a la que le dimos el nombre de hijos, de sueños. Semilla en la que he confiado y en la que siempre y en todo momento (muy a pesar de lo difícil que se pudiera poner el tiempo) le he tenido FE.

domingo, 19 de junio de 2011

Miedo a la carencia



Me da mucho coraje que me planten. Hoy sucedió esto y me quedé con el Tarot en la mesa con cafecito cargado y algo de inspiración, pero con una carencia: no había quien consultara las cartas.
¿Qué hacer? Iniciar de nueva cuenta mis escritos sobre Tarot y revivir mi blog me contesté, tenía tiempo para esto y el clima era el ideal. Como dijo una señora que paso junto a la mesa que por costumbre ocupo cuando de tirar el Tarot se trata acompañada de su sequito de amigas: aquí está lo fresquito dijo ella. Y lo fresquito, pensé yo, era el clima ideal para escribir.
Armé el ritual: musiquita, café y Tarot. La carta que me sugirió el tema: El nueve de copas. El tema: miedo a la carencia.
Cuatro son los aspectos que rodean al ser humano. El Tarot nos los muestra de manera contundente: la mente (espadas), las emociones (copas), la energía material (oros) y la energía sexual (bastos). En todas y cada una de estos aspectos podemos experimentar la carencia.
Podemos tener carencias intelectuales, sentimentales, materiales y sexuales. Muchas veces estas generan verdaderas crisis en nuestra vida. Nos podemos percibir medio “burros” cuando sentimos que no sabemos lo suficiente; nos podemos sentir vacíos cuando no sabemos cómo reaccionar emocionalmente ante algo o alguien; padecemos los días en los que nos falta dinero (si lo sabré yo, jejeje); sufrimos y otros sufren por nosotros (con toda razón) cuando tenemos un problema de salud, una enfermedad fuerte; andamos como flamitas cuando no sabemos cómo canalizar la energía sexual por la carencia de alguien con quien interactuar en ese tan bonito deporte.
En fin, el ser humano en su gran mayoría siempre anda por la vida carente de algo, nunca está a gusto con lo que se tiene o con lo que se es. Siempre falta algo, siempre.
También existe la carencia de lo más básico. Carencias que padecen cada vez más millones de seres humanos en este planeta generadas por el egoísmo y la maldad de otros. Hay mucha gente que no tiene la posibilidad de tener y hacer uso de lo elemental: alimento, agua, vivienda, trabajo, etc. Esto duele.
De repente nos da por hacer el recuento de una vida desde la perspectiva de la carencia y no desde el punto de vista de todo lo que hemos ganado al paso de todos estos años.
Y fue así que me encontré ahí en ese café, esperando y me reconforto saber que siempre y en todo momento me tengo a mi mismo, que podía carecer de una consultante, que en estos momentos difíciles por los que paso puedo carecer de dinero, incluso podía carecer de esperanza pero algo no me había de faltar nunca de los nuncas: espíritu.
Y desde esa perspectiva sonreí al preparar la partida no sin antes dibujar mi caricatura al interior de mi cuaderno de notas. Acompañando a mi carica un globito que decía en su interior lo siguiente: “Recurro a mi espíritu y comprendo que no necesito nada, hoy sé que lo tengo todo y esto reconforta”.